¿Alguna vez se han detenido a observar la vista desde la mesa en la que están sentados en un restaurante? Esa vista, sin duda, tiene un impacto directo en la experiencia general. Cuando diseño un restaurante, me gusta imaginarme sentado en cada silla, incluso de manera virtual, para percibir lo que cada comensal ve. Incluso si la vista da a una pared, trato de que esa pared sea agradable a la vista. La armonía de las vistas acogedoras desde cada rincón del local es, para mí, una parte fundamental del alma del restaurante: una colección de pequeñas experiencias que, juntas, crean un recuerdo inolvidable.

En Altea (Alicante), hay un restaurante donde los mástiles de los yates se perfilan con elegancia contra el cielo, y el suave vaivén del mar acompaña cada conversación. Es uno de esos lugares que se quedan grabados en la memoria.
Su terraza, amplia y serena, cubierta por un toldo, ofrece una vista privilegiada del puerto: barcos atracados, velas recogidas y copas tintineando al atardecer.

Un escenario perfecto para que el tiempo se disuelva entre deliciosos bocados y la brisa marina, creando una experiencia que invita a relajarse y disfrutar de cada instante.

Se trata del Restaurante Club Náutico Marina Greenwich, ubicado en el tranquilo Puerto Deportivo Marina Greenwich, anteriormente conocido como Luis de Campomanes. Este restaurante ha estrenado nueva dirección hace apenas tres meses, lo que ha traído consigo una renovación en su propuesta gastronómica y un enfoque renovado para ofrecer a sus comensales una experiencia única en un entorno privilegiado.

La propuesta gastronómica del Restaurante Club Náutico Marina Greenwich se basa en el respeto y la creatividad hacia el producto mediterráneo. Algunos pescados y mariscos se exhiben a la entrada, y luego se presentan en bandeja ante el comensal para que elija su preferido. Este gesto clásico anticipa una experiencia culinaria auténtica y sincera, donde la calidad del producto es siempre la protagonista, y cada plato refleja la esencia de la cocina mediterránea en su forma más pura.

El servicio en Club Náutico Marina Greenwich es impecable, recordando los tiempos de antaño. Y cuando digo "de antes", me refiero al arte del gueridón o servicio a la rusa, donde el jefe de sala, Fran Gómez, también sumiller, termina o incluso cocina algunos platos frente al comensal.

Entre los destacados se encuentran el steak tartare y los carabineros con huevos rotos, preparados con elegancia y precisión.


Como muestra del nivel de exigencia, las verduras que acompañan al rodaballo salvaje a la bilbaína son cocidas al dente, una a una, y luego marcadas suavemente a la plancha.


Para culminar la experiencia, no duden en elegir uno de los exquisitos pasteles franceses, presentados con esmero en una bandeja al final de la comida.


El restaurante se enorgullece de ser embajador de la prestigiosa Maison Louis Roederer. Déjense guiar por Fran en la elección del vino perfecto de su cuidada bodega, o bien, pídanle a David, el mixólogo residente, que les prepare un cóctel a medida para comenzar o concluir la velada con un toque especial. Con su experiencia y dedicación, ambos aseguran que cada momento sea acompañado de la bebida ideal para realzar la experiencia gastronómica.



Club Náutico Marina Greenwich es el lugar perfecto tanto para una cena elegante como para una comida informal entre amigos. Combina alta gastronomía, un entorno privilegiado y un servicio impecable, lleno de oficio y pasión. Ya sea para disfrutar de un plato refinado frente al mar o para pasar un buen rato con amigos, el restaurante ofrece una experiencia gastronómica única que se adapta a todos los momentos.

Una escala obligada para quienes buscan algo más que comer: una experiencia que captura toda el alma del mar.