¡Por supuesto que no conozco todos los restaurantes de la provincia de Alicante! Por eso cuando visito alguno que no conozco me ocurre lo que alguna vez he explicado que tiene que ver con la dopamina que es el principal, aunque no único, neurotransmisor responsable del placer. La dopamina responde a dos estímulos totalmente contrapuestos. Cuando te dan lo que tú esperas y cuando te dan lo inesperado que por supuesto te gusta. El primero tiene más que ver con los restaurantes que ya conoces donde esperas comer aquello que, siempre que vas, pides. El segundo, con aquel restaurante que visitas por primera vez en el que te sorprende su cocina.
Este es el caso del restaurante Puerto Blanco en Calpe (Alicante). Se llega a través de una carretera sinuosa, con villas a ambos lados, que desciende desde lo alto de una montaña hasta el nivel del mar donde finaliza en un pequeño puerto deportivo del que toma el nombre.
El lugar es idílico. Sorprende su terraza, en torno a una piscina maravillosa y con las vistas totalmente enfocadas al mar. Sorprende su interior con una decoración exquisita de mesas con mantel blanco.
Al frente de este local, su cocinero-propietario, Patrick Manguette, natural de los Países Bajos, pero, después de vivir en España 40 años, con un perfecto dominio del español, sin apenas acento, incluso mejor que el mío. Patrick sucede a su padre que abrió el restaurante en el año 1983. Se formó en las mejores escuelas de cocina de Maastricht.
Su cocina es elegante con clara influencia del recetario francés, pero indudablemente mediterránea en la utilización de materias primas que trata de una manera muy delicada. En algunos platos se aprecian ciertos guiños a la cocina fusión, con sabores, sobre todo en los picantes, muy contenida. El servicio, impecable y muy atento.
En resumen, un restaurante que es un pequeño tesoro que les invito a descubrir y por el que, como dice la guía Michelin de los restaurantes con dos Estrellas, “merece la pena desviarse”.
